…de la Bella Durmiente»
“Todo el mundo sabe que, cuando el príncipe Azul despertó a la Bella Durmiente, tras un sueño de cien años, se casó con ella en la capilla del castillo, y llevando consigo a la mayor parte de sus sirvientes, la condujo, montada a la grupa de su caballo, hacia su reino. Pero, ignoro por qué razón, casi nadie sabe lo que sucedió después. Pues bien, este es el verdadero final de aquella historia”.
Como amante de los cuentos de hadas y personajes maravillosos tenía mucho interés en este libro. Así que, por fin, ha sido una de las lecturas prioritarias este verano. No me defraudó y me lo tragué en una tarde. Me gusta saberlo todo de los cuentos, su verdadero final, su verdadero principio, o simplemente el que otros inventaron, en otro tiempo, en otro lugar.
Ana María Matute recupera este cuento clásico del maestro Perrault e introduce algunos cambios. Sin traicionar el original, inventa algunas cosas.
¿De veras el príncipe Azul y la Bella Durmiente se casan y viven felices para siempre? Así acaban muchos de los cuentos que conocemos, el final feliz impera y es necesario para los niños en este tipo de narraciones, de manera que no sería de extrañar. Sin embargo, ya sabemos que las versiones de Perrault, que provenían de la tradición oral, no tenían un final tan feliz como el que hoy conocemos. Posteriormente los hermanos Grimm hicieron de nuevo modificaciones en la mayoría de estos cuentos por resultarles demasiado crudos para el público al que ellos los dirigían, en un principio para entretener a la alta sociedad, después para público infantil. Esa es la razón fundamental de que parte de ese mensaje ha pasado desapercibido. Ana María Matute se permite indagar, investigar y explorar una historia ancestral con tintes nuevos. Los cuentos de hadas dan para mucho y son numerosos los autores que han jugado a versionarlos.
Pues bien…¿Cuál es entonces el verdadero final?
Después de su casamiento, el príncipe y la Bella Durmiente vivieron una completa y entregada luna de miel, sin prisa, sin tiempos…Un día la princesa se dio cuenta de que estaba embarazada y la pareja comprendió que debían regresar al reino del príncipe. Eso supuso dejar atrás todo lo apacible y hermoso del mundo para comenzar la entrada en un universo donde apenas penetraba la luz, árido y tenebroso. El malestar de La Bella Durmiente era cada vez mayor. Ella lo achacaba a la ignorancia de haber estado cien años dormida, pero desde luego lo que se presentaba ante sus ojosa no se parecía en absoluto a lo conocido en su niñez. Cuando llegaron al reino del príncipe, se encontraron con un castillo tan gris y tenebroso como quien lo habitaba, para sorpresa de la princesa, Azul no parecía darse cuenta de nada. De pronto, “apareció una silueta alta, delgada, majestuosa…Tenía los brazos duros como cadenas de hierro, un rostro pálido, casi azul, y unos ojos amarillos como el azufre…Era la reina madre, su suegra, Selva y fue como si un viento helado llegase al corazón de la princesa”.
Este es el escenario en el que la Bella Durmiente tendrá que sobrevivir, vivir y desenvolverse. El príncipe debe ir de inmediato a la guerra a enfrentarse con un tal Zozogrino para ganarse su reino ya que su padre se está muriendo. Y aunque Azul odia la guerra, su padre le anuncia una maldición para toda su familia si no lo hace. La princesa se quedará sola con su hija Aurora y su pequeño Día en un lugar lleno de sombras y misterios.
El relato está lleno de la simbología de los cuentos de hadas y de momentos iniciáticos. La partida del príncipe es uno de ellos.
A partir de este momento, de La partida, podremos ver la auténtica naturaleza de la reina Selva ¿De verdad tiene intención de que la Bella Durmiente y sus hijos lleven una vida más amable? ¿Realmente solo come frutas y verduras? Entonces, ¿Por qué saliva cuando tiene cerca unas carnes frescas y unas mejillas rosadas? La finca a la que les lleva tras la marcha del príncipe estaba dotada de supuestas alegrías y comodidades, nada había de lo que la princesa pudiera quejarse, sin embargo ¿Por qué la Bella Durmiente sentía tanto desasosiego?
Sin quererlo pero tampoco sin ocultarlo, la reina Selva sonreirá cada vez más a menudo, de manera que se puedan entrever, dos colmillos blancos, afilados. Y sin quererlo y, al tiempo sin poder evitarlo, se precipitarán sus instintos más primarios.
¿Ante que estamos? ¿Antropofagia? ¿Una suegra canival? Selva está dispuesta a que la Bella Durmiente y sus dos hijos sean un auténtico festín.
La historia de Selva, la abuela de los niños, es otro cuento en sí mismo, un relato fascinante sobre sus orígenes, sus antepasados y por qué es quién es y se casa con el padre del príncipe Azul: “la prometida del joven rey, una princesa extranjera, procedía de una estirpe misteriosa de la que solo podía hablarse en la más estricta intimidad, al abrigo de oídos indiscretos o traidores, junto al fuego del hogar y en voz muy baja”. Suficiente, sugerente, decisivo. De este lugar venía Selva…
Y más cosas…
La princesa entiende el lenguaje de los animales, de las plantas, una característica muy presente en muchos de los cuentos maravillosos. A la Bella Durmiente se lo había enseñado su nodriza y será precisamente ese don el que le ayude en momentos puntuales de peligro. La yedra, las flores, los pájaros y los rayos del sol, la advierten y anuncian en susurros.
El príncipe no es como su padre, abomina la violencia y se siente atraído por la música, la poesía y las aventuras románticas. A lo largo de la historia, pese a que en momentos pueda inducir a error, el príncipe permanece fiel a sí mismo y, aunque está destinado a librar una y más batallas para no perder el reino, consigue el reto sin luchar, mediante las palabras.
La Bella Durmiente, la princesa, soporta sobre sí el peso del tiempo, de la ignorancia, de la discreción pero yo me pregunto ¿De verdad es una historia de tiempos remotos? ¿No hay similitudes, paralelismos, menciones o situaciones que nos recuerdan lo que fuimos y aún somos? ¿No hay personajes cuya historia se convierte en mito y permanece a lo largo de los siglos?
Según se va acercando el final, la angustia nos devora porque nosotros sabemos más que la propia protagonista. Además está contado como si se tratase de una narración oral. Nosotros sabemos dónde están los niños, nosotros sabemos que la reina Selva lo va a descubrir todo y nosotros sabemos que ese es el fin. ¿Qué sucederá entonces? ¿Quién dijo que esta historia hace un guiño a los no finales felices?
Después de esta lectura, como dijo la propia Matute, de algo estoy segura “el príncipe ya no será tan Azul, ni los niños tan inocentes, ni la Bella Durmiente tan crédula…”
A partir de 12 años.
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