ANA LA DE TEJAS VERDES
La primera vez que me encontré con Ana, la de Tejas Verdes, me quedé pensado ¿de qué conocía yo a aquella pequeña pelirroja? Se parecía a Pippi, pero no era, y el caso es que yo la había visto alguna vez o si no la había visto era como si la conociera…¡Claro! ¡Ya está! Mamá me había hablado de ella, que se había hecho una serie o algo así recordaba que me había dicho…Entonces, decidí adentrarme en su mundo.
Y así fue como esta muchachita pálida, llena de pecas, obstinada, perspicaz, rebelde y sin embargo tan tierna me cautivó.
No hay nada que me resulte más atractivo que una imaginación si límites, y ella la tenía, y no hay nada que me resulte más conmovedor que alguien capaz de abrir su corazón sin reservas, y Ana también lo tenía. Así que entre disparates, ocurrencias alocadas y emociones que brotan sin control me fui haciendo su amiga…
Siempre es un placer redescubrir un clásico.
Siempre es una suerte reencontrarte con una historia que te remueve, Ana sabe contarte muy bien cómo se siente un niño huérfano.
La de Tejas Verdes, como la llaman en la Isla del Príncipe Eduardo, es una niña a la que merece la pena conocer ¿no creéis?
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