Dr Pantufla

Rosana traía a Pantufla casi a rastras y entraron a trompicones en el jardín. No estaba dispuesta a que se pasara la hora de la merienda, el momento favorito de la bolita peluda para posarse en su barriga.

Cuando Pantufla lo vio llegar, con las pelanas al viento, soltó una gran risotada.

Veras Rosana esto tiene una explicación muy pero que muy divertida le dijo nuestro Doc casi ahogado por la risa. Esto no es un monstruo morado y peludo. Bueno peludo sí y ¡morado también! Pero no es un monstruo…¡Es un perro!

-¿Un perro? dijo Rosana con cara de incredulidad ¿Cómo va a ser un perro? -Bueno, dijo Pantufla, es un perro pero diferente. Se llama Puli, y es un perro pastor que seguramente alguien ha traído de Hungría. Debe ser de tus vecinos porque se cuela por ese hoyo del jardín, comentó Pantufla señalando un agujero que había entre los rosales.

Y en efecto, lo que había ocurrido es que a Lola, la niña de la casa de al lado, le habían regalado un perro por su cumpleaños. A su papá le encantaban y en su viaje a Hungría le habían dicho que había una raza un poco rara pero muy simpática y cariñosa que adoraba a los niños y que en cuanto se conocían se convertían en grandes amigos. Lola que todavía tenía tres años, no sabía muy bien si aquello era un perro o un saco de pelo con el que jugar a peluqueras. Así que cogió el spray morado que tenía su hermano Pedro para los graffitis y cubrió a Puli de pintura como si fuera una croqueta. Y de esta forma Puli llevaba varios días danzando sin que los padres de Lola se dieran cuenta. Como además, estos perros son muy ágiles y deportistas, pues Puli se colaba por donde podía para estar con su nueva amiga Rosana.

-¿Ya sabes por qué tiene color morado y se te quedaba purpurina en los dedos? Le dijo Pantufla a Rosana revolviéndole el cabello.
Y entonces Puli se lanzó a la cara de la pequeña y comenzó a comerla a besos. -Ay ¡qué asco!, ¡para, para! Y después se fue a las barbas de Pantufla. Y todos estallaron en carcajadas.

Pantufla está vez se había traído su maletín con algunos remedios nuevos. Y sacó unas Gafas para ver…para ver otras cosas. En los cristales había chispas para no tener prisa, ganas para mirar a los ojos y polvos para creer que ¡todo es posible! Se las dio a Enrique y a Miguel, a los papás de Rosana y a su hermano Daniel. A Rosana no le hacían falta ¡ella estaba curada!

¿QUÉ PASARÁ EN EL CAPÍTULO SIGUIENTE?

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Nuestro querido Pantufla tiene una misión especial. Llega la Navidad y está más atareado y redondeado que nunca. Desde Laponia le hacen una llamada y debe acudir con urgencia. Mientras… ¡Se está poniendo morado a polvorones!