Había sido un día de muchas emociones y Rosana se había quedado profundamente dormida. De pronto empezó a notar que alguien le hacía cosquillas al tocarle la cara. -Quita Daniel, no me apetece hacer una guerra de cosquillas ahora, tengo mucho sueño… ¡Daniel! Pero entreabrió un ojo y lo volvió a ver a…

ROSANA Y PULI

Ilustración por Julia Magaña

¡¡¡Ahhhhh!!! ¡Otra vez tú! Se tapo hasta el último pelo con la sábana. Esta vez la bolita peluda y morada se había colado por la ventana. Sin embargo Rosana, después de temblar un poco bajó las sábanas, tomó una decisión. Si la bolita estaba empeñada en pegarse a ella tendría que saber quién era y qué quería…Eso era lo que hacía cuando se inventaba historias y eso es lo que pensaba hacer en ese mismo momento.

Y entonces comprobó que aquel “monstruo” no daba tanto miedo. Bueno un poco sí, porque era raro, muy raro, de hecho nunca había visto nada igual. Pero también era simpático, no paraba de chuparle la cara y estaba lleno de pelos, pelos gordos y enredados, como si fueran ovillos de lana. No se le veían los ojos y cuando saltaba parecía que cientos de cables iban a salir volando. Además con ese color tan raro…como morado…no lograba imaginar qué podía ser. Si fuera un juguete o un peluche, sí que me gustaría mucho, pensó, sería mi preferido, pero esta bola morada parece un monstruito, bueno, pero un monstruito al fin y al cabo.

Y ahora ¿qué hago? Me parece que estoy metida en un buen lío. ¿Cómo voy a contar por ahí que tengo un amigo que es un monstruo morado y peludo que a veces se posa en mi barriga? No me van a creer musitó cabizbaja. Y así fue…

-¡Imposible Rosana! ¡Es imposible! le dijo su padre. Sabes que siempre te creo hija, pero no existe ningún ser así. Tienes que controlar esa cabecita, cada vez la tienes más llena de mariposas. AGGGGG decía Rosana, lo que resultaba imposible era que los mayores creyeran en algo que no estaban acostumbrados a ver.

Y con esperanza, se lo dijo a la Seño Aurora y a su compañera de pupitre, y a Ernesto y a Miguel… Pero Rosana no lograba convencerles de que tenía un amigo especial, de que una bolita morada y peluda se posaba en su barriga de vez en cuando.

¡Ya sé! ¡Ya sé! Se lo voy a contar a Pantufla! Él siempre te escucha como si fueras único ¡PANTUFLA es PANTUFLA! Seguro que me creerá…

CONTINUARÁ…